«Te bloqueo, te dejo de seguir, te elimino…» Todos hemos lo hemos dicho o escuchado en más de una ocasión. Los psicólogos aseguran que es mucho más complicado separarse en la era de las redes sociales. Estas han cambiado de manera drástica nuestra forma de socializarnos.
Cuántas veces habremos escuchado: «Lo he bloqueado de Instagram«, «me ha dejado de seguir«, «lo veo en línea pero no me escribe«. Dramas del primer mundo. Los romances, los desengaños y la pasión han cogido otra forma. En las redes sociales se refleja el «match perfecto«, el príncipe azul o la princesa de los cuentos de hadas: se idealizan a las personas, solo se muestra lo bueno y no existen errores ni defectos… Todos soñamos con una vida virtual 100% perfecta que en realidad no existe.
Te bloqueo, te dejo de seguir…
El amor en la era de las redes sociales llena espacios, satisface necesidades y ayuda a que muchas personas tímidas tengan la posibilidad de conocer a otras. Se trata de una herramienta más pero, ¿hasta qué punto nos compensa esa necesidad de estar conectados 24 horas?
Es muy común ver a parejas en un restaurante compartiendo mesa y sin interacción alguna, los dos con sus teléfonos móviles sin intercambiar ni una palabra entre ellos. Según un estudio de la Universidad Francesa de Lille I el 35% de las parejas utilizan su móvil inmediatamente después de haber tenido relaciones sexuales. Es decir, se conectan con sus amigos virtuales pero no con la persona que tienen al lado. Esta situación nos condena a la soledad de las pantallas que nos ofrecen una satisfacción inmediata pero que a largo plazo, no sirve de nada.
Y cuando una relación se rompe, es mucho más complicado el duelo. Facebook, Twitter, Instagram… Todas estas plataformas nos incitan a seguir conectados al mundo de nuestras ex parejas, lo que incita aun más a aparentar, en ese mundo virtual, que todo está bien y que tu vida es perfecta. Pero la realidad es que nos «duele» –y mucho– estar al día de las andanzas de la persona que te ha roto el corazón.
Las redes posibilitan saciar el hambre de estímulos en una cultura que nos propicia a la vida en pantalla y donde mostrar solo lo más bonito. Y la inmediatez de su funcionamiento hace que los celos, la necesidad de tener respuestas y la ansiedad se incrementen. Hoy en día lo normal es que alguien se desespere porque hace 30 minutos que le escribió un whatsapp y no le responden.
Debemos asimilar estos cambios y replantearnos la forma en que nos socializamos, enamoramos y desenamoramos.