Grecia esperaba con ilusión esta boda real, la de la hija pequeña de los reyes Constantino y Ana María que, además, ha contado con invitados de la Casa Real española
Parecía que nunca llegaría pero después de tres intentos fallidos, Atenas ha sido testigo de un enlace real que ha reunido a varios miembros de la realeza europea. Los protagonistas han sido Teodora de Grecia, cuarta hija del difunto Constantino II, y el abogado estadounidense de origen hindú, Matthew Kumar. Los recién casados se han dado el “sí, quiero, en la Catedral de la Anunciación de Santa María de Atenas, mismo templo donde se casaron los padres de la novia hace más de 60 años y donde también se casó su hermano Philippos y Nina Flohr. La pareja se ha unido en matrimonio ante la presencia de familiares y amigos que se desplazaron hasta la capital griega desde varios puntos del mundo.
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El vestido de la novia
Teodora ha lucido un vestido digno de una royal. Un diseño confeccionado por Celia Kritharioti, una conocida diseñadora griega propietaria de la casa de Alta Costura más antigua de Atenas. El vestido confeccionado en seda y gasa, presentaba un escote bardot que dejaba los hombros al descubierto. Un diseño con un corte de lo más femenino y favorecedor, que incorporaba bordados florales adornados con pedrería y combinaba a la perfección con el tradicional velo nupcial.
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El velo tiene un gran valor sentimental ya que ha sido protagonista en numerosas bodas reales danesas. La tradición de portar este accesorio se remonta a Margarita de Suecia. Ella lo recibió como un regalo de bodas en 1905, cuando se casó con el rey Gustavo VI de Suecia. Desde entonces, lo han llevado en sus casamientos cuatro reinas y tres princesas, entre ellas, su madre, la reina Ana María de Grecia y su hermana Alexia. Para resaltar aún más su estilismo, propio de una princesa, Teodora portó la tiara Jedive de Egipto, obra de Cartier, en oro blanco y platino. Un regalo del último virrey de Egipto a la bisabuela de la novia.
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El origen de la tiara
El origen de esta tiara de remonta a 1904 cuando la firma joyera Cartier la creó en oro blanco y platino. Esta joya fue un regalo del Khedive de Egipto, Abbas Helmi II, a la princesa Margarita de Connaught, quien era madre de la reina Ingrid de Dinamarca. Tras el fallecimiento de Margarita, la tiara pasó a su hija Ingrid cuando solo tenía 10 años, y más tarde se integró en las joyas de la corona danesa al casarse con el rey Federico IX de Dinamarca.
Los invitados a la boda
La familia real griega acudió al completo. La reina Ana María llegó acompañada de su tercer hijo, el príncipe Nicolás. Mientras que el príncipe Philippos lo hizo acompañado de su esposa y el padre de esta. Marie Chantal, esposa de Pablo de Grecia, y sus cinco hijos, y la hermana mayor de la novia, Alexia de Gracia, con su marido y sus tres hijos. También estuvieron presentes otros miembros de la realeza europea como Christian de Hannover y Sassa de Osma o la Casa Real de España.
La Reina Sofía, la invitada más aplaudida
El rey Constantino, era hermano de Doña Sofía, de ahí que la Casa Real española también tuviera representación en este enlace. Ajena a los escándalos que vuelven a salpicar al emérito, Doña Sofía lució espectacular en la boda de su sobrina junto a sus dos hijas, las infantas Cristina y Elena, y los tres hijos de la primera: Juan, Miguel e Irene. Sofía volvió al templo en el que contrajo matrimonio con el rey Juan Carlos en 1962 y, donde el año pasado, se despidió de su querido hermano.
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Doña Sofía lució muy elegante para la ocasión con un conjunto en color rosa de lo más vibrante y con falda plisada. Un diseño de Alejandro de Miguel. La infanta Cristina optó por el color azul klein, mientras que la infanta Elena, eligió un azul marino con estampado de lunates blancos. Las miradas también se posaron en el look de Irene Urdangarín, que escogió un vestido de terciopelo azul oscuro con bordados y un chal en el mismo color para cubrir sus hombros.
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Esta era la cuarta vez que los novios posponían su boda pero al final, después de tanta espera, tuvieron una celebración por todo lo alto. La pareja anunció su compromiso en 2018 y fijaron su boda para 2020 pero el coronavirus impidió el “sí, quiero”. Volvieron a programarla pero la proximidad con la boda de su hermano y algunos sucesos legales que involucraban al novio provocaron que volviesen a posponer la ceremonia. Por último, en 2023 la unión tuvo que retrasarse por la muerte del padre de Teodora. Este fin de semana por fin se dio el “sí, quiero” más esperado,