¿Cuántas veces hemos creído haber encontrado el amor verdadero y luego nos han partido el corazón o nos hemos dado cuenta de que esa persona no es la adecuada? Nos ilusionamos con frecuencia, confiamos demasiado en el flechazo a primera vista y luego llegan las decepciones. El amor va mucho más allá, es cuestión de tiempo y esmero.
El amor verdadero se construye
Al principio, sentimos una necesidad compulsiva de estar con esa persona que tanto nos gusta. Todo nos sorprende y nos llena de alegría. Creemos rozar la plenitud. Pero el tiempo pasa y la novedad también. Nos irrumpe la rutina, los días malos, las diferencias de opinión… y la plenitud se transforma en un hastío que pesa mucho. Las cosas que tanto nos gustaban de esa persona ya no nos gustan tanto y los sentimientos se desvanecen poco a poco. Las primeras etapas del amor son las más intensas y también las más superficiales.
Sin prisas
El amor verdadero se cocina a fuego lento, día a día y con cada detalle. Aceptar las virtudes y los defectos de nuestra pareja al mismo nivel. Estar ahí porque queremos estar a pesar de los errores y los momentos difíciles. El amor es incompatible con la inmediatez. Se basa en la confianza y el respeto, y ambos necesitan un tiempo considerable para desarrollarse.

Una forma de vida
El amor de verdad no aparece de repente. Lo cimentamos con mucho cuidado. Y si dura, al final se convierte en algo increíble porque es honesto y tan fuerte, que incluso determina nuestra percepción del mundo. Sentimos que tenemos al lado a nuestro compañero o compañera de viaje y queremos compartir todas las etapas de nuestra experiencia vital.
Querer a alguien implica mucho más que sentir atracción física. Querer a alguien requiere paciencia, comprensión… y no es algo que se consiga de un día para otro. El amor se construye con los años, con las vivencias, buenas y malas, entre dos personas dispuestas a quererse.